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Yo estoy aquí, clausurada, y quién vendrá a decir lo contrario, quién, si yo soy nosotras, y nosotras arreciamos a puro perder.
Un dolor en todo el cuerpo. Un dolor triste, que no es un dolor como los demás lo entienden, sino eso que baja y entra y se aposenta y me aprieta las ganas hasta deshacerlas, ninguna, ya no queda ninguna.
Yo elegí estar aquí, no elegí la soledad, pero iba implícita. Y estar es todo lo que me queda.
Ahora que se fueron, ahora que son bocas cerradas, y me han tragado con sus palabras que nunca dijeron lo que querían decir, no hay más noches, ni días con sol, ni años para después, nada, todo eso está en otra parte, se lo llevaron, y yo aquí, en un cuadrado seco, habla, se crea un habla, una dulce, una "otra", una tú que no desaparezca.
Yo respira, sobrevive con esa habla que eres tú, y los demás se asustan. Está bien. Así debe ser.
Soñé que me acariciaban, que tenía un cuerpo y lo acariciaban, que alguien bebía y me daba de beber, y reconocía que en mis ojos se puede estar, quedarse, y los árboles de aquel parque volvían a refugiárseme entre los dedos, soñé que había una sombra y que no me daba miedo, soñé que el cuerpo guardaba un canto, y cantaba, y todo iba y venía, y de las noches de ahora no había huella.

Ana Becciu,
Ronda de noche.


:: Si no fui yo, alguien lo dijo en mi lugar... ::